Artigo asinado polos cinco últimos presidentes da Conferencia de Decanos de Veterinaria de España onde analizan a situación da docencia desta especialidade en España na actualidade.
Asinan o texto os exdecanos:
Juan Anselmo Perea Remujo (Facultad de Veterinaria da Universidad de Córdoba)
Antonio Bernabé Salazar (Facultad de Veterinaria da Universidad de Murcia)
Joaquín Goyache Goñi (Facultad de Veterinaria da Universidad Complutense de Madrid)
Librado Carrasco Otero (Facultad de Veterinaria da Universidad de Córdoba)
Antonio Rouco Yáñez (Facultad de Veterinaria da Universidad de Murcia)
EL ESPACIO EUROPEO DE EDUCACIÓN SUPERIOR
La construcción europea, tal y como la conocemos hoy, data de la finalización de la Segunda Guerra Mundial donde una Europa rota decide que debe restañar sus heridas y enterrar viejos odios y ansias imperialistas. Pero esta aproximación de Europa no es un concepto nuevo, todos los imperios desde la época romana basan sus ideales expansionistas en el hecho del sustento territorial europeo como un todo.
Con esta perspectiva se llega a 1957, año del Tratado de Roma y, por lo tanto, de la fundación de la actual Unión Europea (UE). Aquí ya se habla de políticas comunes que, en definitiva, son las que han hecho avanzar a Europa en su proceso de construcción, siendo su máximo exponente la PAC (Política Agrícola Común), probablemente el mayor logro de la Unión Europea en toda su historia. En el ámbito universitario, este espíritu común queda reflejado en la creación, en 1987, del plan para la movilidad de los estudiantes universitarios, conocido como programa ERASMUS (EuRopean Community Action Scheme for the Mobility of University Students) y que posteriormente se extendió a los profesores y al personal de las universidades y que tenía como objetivo el mejorar la calidad y fortalecer la dimensión europea de la enseñanza superior fomentando la cooperación transnacional entre universidades, estimulando la movilidad en Europa y mejorando la transparencia y el pleno reconocimiento académico de los estudios y cualificaciones en toda la Unión.
De hecho, el denominado Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) no es más que un nuevo paso dentro de las políticas comunes de la UE en el ámbito de la Educación Superior que intenta reforzar y ampliar el objetivo planteado inicialmente con el programa ERASMUS. El EEES nace de sucesivas declaraciones de los ministros de Educación de los Estados Miembros; la que más trascendencia ha tenido siempre fue la reunión celebrada en Bolonia en 1999, de ahí que a todo el proceso se le conozca genéricamente como “Plan Bolonia”.
Estas declaraciones son posteriormente traspuestas a las legislaciones nacionales, en nuestro caso la Ley Orgánica de Universidades (LOU), y a la posterior Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Universidades (LOMLOU), que sancionan esta política y explicitan el mandato según el cual debe modificarse la enseñanza superior para entrar en la construcción de un espacio europeo convergente en esta materia.
Otra cuestión fundamental es qué significa Convergencia, ya que este término tiende, generalmente, a confundirse con unidad o uniformidad. Según esto, todos los planes de estudio de todas las carreras de Veterinaria en Europa deberían ser iguales o muy similares; nada más lejos de la realidad. Convergencia se refiere a la construcción de este amplio espacio o política común, basado en tres pilares básicos que constituyen un lenguaje común:
1. Establecimiento del Sistema Europeo de Transferencia de Créditos (European Credit Transfer System ECTS): todos los estudios en Europa pasarán a medirse en esta unidad que, simplemente, hace referencia al volumen de trabajo necesario para que el estudiante medio pueda adquirir unas competencias. Los cursos a partir de ahora tendrán 60 créditos ECTS, y cada uno de estos créditos comprenderá entre 25 y 30 horas de trabajo, teniendo en cuenta: horas de clase teórica, horas de prácticas, reuniones de trabajo, tutorías, horas de estudio, exámenes, etc. Evidentemente, se trata de un sistema comprensible por todos y un lenguaje común, ya que, hasta ahora, el crédito español era diferente (10 horas de clases presenciales) del italiano (25 horas de clases presenciales), por ejemplo.
2. Movilidad: facilitada en gran medida por la adopción del crédito ECTS por parte de todos los Estados Miembros. En ella ya no serán tan importantes las asignaturas que un estudiante debe superar en la Universidad de acogida, como las competencias que va a adquirir. En gran medida el crédito ECTS y la asunción de competencias en unos determinados estudios son las bases de la movilidad. La idea es que un alumno pueda perfectamente cursar un curso de Veterinaria en Murcia, el siguiente en Bolonia, otro en Lyon y otro más en la Complutense, por ejemplo, para acabar graduándose donde empezó. Aquí, lo que se debe garantizar no es que curse ésta o aquélla asignatura, sino un conjunto de materias a través de las cuales adquiera todas las competencias.
3. Aprendizaje a lo largo de toda la vida: algo que está muy presente en el EEES y que se garantiza a través de un documento, el Suplemento Europeo al Título, en el que se reflejan todos los conocimientos, destrezas y habilidades; en suma, todas las competencias que se van adquiriendo en un proceso de aprendizaje que trasciende el tiempo que un estudiante está cursando la carrera.
Esto es, en resumen, el EEES, cuya filosofía básica es que el centro del proceso deja de ser el profesor, como sucedía hasta ahora, para pasar a ser el estudiante, que se convierte en un sujeto activo, dinámico, al que se le debe dotar de una serie de herramientas para que vaya avanzando; una de las más importantes pasará a ser el autoaprendizaje.
Como podemos apreciar, en el EEES no se habla nunca de nuevas metodologías de enseñanza. No obstante, sería imposible llevar el proyecto a buen puerto sin que esas nuevas metodologías aparecieran: prácticas que desarrollan habilidades, seminarios, foros de discusión, tutorías casi personalizadas y, por supuesto, la clase magistral. Una de las grandes falacias en cuanto a las críticas al proceso se refiere es que van a desaparecer el esfuerzo para adquirir conocimientos y las clases magistrales. Como se puede observar no es cierto, pudiéndose desarrollar, de hecho, perfectamente la adquisición de competencias en una materia casi con el único apoyo de las clases magistrales al gran grupo.
Otro de los cambios que promueve el EEES es el cambio de la estructura organizativa de los estudios, pasando a estructurarse los tres ciclos existentes en una nueva organización, motivada por la desaparición de las Diplomaturas (antiguo primer ciclo). La nueva estructura es:
1. Primer ciclo, el Grado (Nivel MECES 2): con carácter general posee una duración de 3-4 años (180-240 ECTS) y debe dotar al estudiante de las competencias necesarias para ejercer la profesión. Sin embargo, en el caso de Veterinaria, al tener una Directiva Europea (36/2005) que regula sus estudios, este ciclo es de, como mínimo, 5 años, es decir, de 300 ECTS, con lo que en nuestro país tiene nivel de Máster (al estar dotados de nivel de Máster, o sea, MECES 3) y el estudiante puede acceder directamente a los estudios de doctorado (tercer ciclo).
2. Segundo Ciclo, el Máster (nivel MECES 3): se trata de una enseñanza especializada, muchas veces con carácter profesionalizante, que le conferirá al estudiante unos conocimientos, habilidades y competencias específicas que le permitirán competir mejor en un determinado campo relacionado con su profesión o multidisciplinar. Esta enseñanza también puede ser de corte “investigador”.
3. Tercer Ciclo, el Doctorado (nivel MECES 4): se trata de la enseñanza superior por excelencia mediante la cual el estudiante, académicamente, se convierte en doctor y a la que se accede tras cursar 300 créditos ECTS de los anteriores ciclos. En el caso de Veterinaria, y tal y como se ha indicado anteriormente, estos créditos se alcanzan con el Grado, por lo que no es necesario cursar un máster como paso previo a este ciclo.
Todo ello siempre de forma independiente a otros cursos de reciclaje, especialización, etc., no reglados en los ciclos anteriormente mencionados, y que formarán parte del Suplemento Europeo al Título.
LOS ESTUDIOS VETERINARIOS EN EUROPA: LA EAEVE
La profesión Veterinaria, como otras muchas profesiones del ámbito de las Ciencias de la Salud, está regulada por la Directiva Europea 36/2005, parcialmente modificada por la Directiva 55/2013, que en relación a los estudios de Veterinaria indica, fundamentalmente, dos cosas:
1. Las materias que obligatoriamente debe cursar un estudiante de Veterinaria.
2. Que los estudios de Veterinaria deben tener una duración mínima de 5 años.
Estos parámetros aparecen ya definidos en la legislación europea en 1978. Así, la Directiva 1027/78 (sustituida posteriormente por la 36/2005 y traspuesta a la legislación española por el RD 1837/2008), supone una primera “disfunción” en los estudios de Grado en Veterinaria respecto a la mayoría de los estudios de grado (como por ejemplo los de Derecho, Economía o Biología). Así, mientras que en líneas generales en España se consigue ser graduado cursando 180 ó 240 créditos ECTS (3 ó 4 cursos), para conseguir ser graduado en Veterinaria se necesitarán cursar 300 créditos ECTS (5 cursos). Es decir, la cuestión que constituía una preocupación importante en el contexto profesional, donde se decía que con “la llegada” del Plan Bolonia se reduciría el número de años necesario para ser veterinario y que, por tanto, “el nivel de exigencia disminuiría”, no es una afirmación correcta.
Otra característica diferencial de los estudios de Veterinaria, que asegura la calidad de los mismos, sean éstos de Licenciatura o de Grado, y que se apoya en el marco normativo europeo, es que es la única titulación en Europa (incluyendo todas las de la rama de las Ciencias de la Salud) donde las Facultades que la imparten sufren una evaluación periódica por una asociación, en la que, en su día, la actual Unión Europea delegó esta acción, la Asociación Europea de Establecimientos para la Enseñanza Veterinaria (European Association of Establishments for Veterinary Education –EAEVE-). La Asociación, a la que pertenecen de forma voluntaria todas las Facultades de Veterinaria de España, tiene por objetivos: promover, desarrollar y armonizar la educación veterinaria, potenciar la cooperación entre Facultades, principalmente europeas, y otros organismos relevantes, y lo que, quizás, sea el aspecto más destacable, dirigir el Sistema Europeo de Evaluación de las Enseñanzas Veterinarias (European System of Evaluation of Veterinary Training), basado en el mandato emitido por la Comisión Europea en Febrero de 1994. El problema actual reside en que el mandato venía dado por la Directiva Europea 1028/78. La sustitución de las Directivas 1027 y 1028 de 1978, por la 36/2005 (parcialmente modificada por la 55/2013), supone una trasposición de las anteriores con la única excepción de la revocación del mandato de evaluación dado a la Asociación. A pesar de eso sigue siendo voluntad casi unánime de las Facultades socias continuar con el sistema, por, entre otras, las siguientes razones:
1. Ha servido, y sirve, para detectar deficiencias en las Facultades y, por consiguiente, para avanzar en el camino de la calidad en la docencia.
2. Las Facultades han mejorado con un objetivo claro y “convergente” en toda Europa.
3. Nuestras universidades han entendido la importancia del sistema y la particularidad de los estudios veterinarios, y ello ha permitido a las Facultades de Veterinaria dotarse de personal e infraestructuras que, de otro modo, difícilmente se habrían conseguido.
Sirven, por lo tanto, nuestros estudios como modelo para la futura evaluación y acreditación de todo tipo de carreras universitarias en el contexto europeo. Este aspecto, en el que los veterinarios somos pioneros, acarrea una serie de problemas que no pueden ser obviados.
En primer lugar, existe una multitud de perfiles profesionales para el veterinario en Europa que van desde el modelo centroeuropeo, con un perfil casi exclusivamente clínico, pasando por el modelo anglosajón, que es un clínico con una mínima formación en producción animal e incluso en sanidad, salud pública e inspección, y terminando por el más completo, a nuestro juicio, que es el existente en los países de la cuenca mediterránea, ya que es en el único en el que se da una importancia prácticamente igual a los diversos aspectos relacionados con las salidas profesionales tradicionales (clínica, sanidad animal, salud pública, seguridad alimentaria y producción animal). En este punto es donde comienzan los problemas respecto a la evaluación europea, cuando se pretenden aplicar de forma estricta a nuestras Facultades los criterios de calidad establecidos por la EAEVE sin tener en cuenta el amplio espectro y perfil profesional de los veterinarios en nuestro país. La Unión Europea creó, en 1978, el Comité Asesor para los Estudios de Veterinaria (Advisory Commitee for Veterinary Training, ACVT, decisión Comunitaria 78/1028 EEC). Este ACVT, que, insistimos, hoy por hoy ha perdido el mandato dado en su día por la Comisión, pero que, sin embargo, mantiene sus criterios, ha ido actualizando los requisitos básicos para las enseñanzas de Veterinaria, encomendando a la EAEVE la responsabilidad de desarrollar y llevar a cabo un método de evaluación que garantice su cumplimiento en los países miembros de la UE. El método de evaluación vigente fue establecido en su momento por la EAEVE y revisado por última vez en la Asamblea General de la Asociación en Uppsala (Suecia) en el año 2016, al aprobar la última versión de su “Evaluation of Veterinary Training in Europe: Standard Operating Procedures (SOP)”.
El SOP establece una serie de criterios docentes y de calidad, que, cuando se cumplen por parte de una Facultad europea, hacen que ésta sea incluida en la Lista de Facultades de Veterinaria Aprobadas y Acreditadas (la lista aparece publicada en la página Web de la EAEVE) y que no tiene ninguna trascendencia ni reconocimiento por parte de la Comisión Europea. De hecho, en España y otros países esta evaluación no sustituye a los sistemas de acreditación y verificación de los estudios de Veterinaria de obligado cumplimiento por la legislación nacional. Este proceso es dinámico, y una Facultad debía someterse a él cada 10 años, independientemente de que fuera aprobada o no. Sin embargo, con la aprobación del nuevo SOP aparecen una serie de problemas que pueden afectar mucho a las Facultades españolas:
1. El nuevo SOP reduce el período entre evaluaciones a 7 años, que es escaso si tenemos en cuenta que preparar la evaluación cuesta, al menos, un año y medio de intenso trabajo, y que económicamente no es asequible para buena parte de las Facultades (el coste se sitúa entre los 30.000 y 40.000 € por evaluación, asumidos íntegramente por la Facultad)
2. En España, con la aparición del EEES y de los Grados, los títulos tienen que someterse a una evaluación oficial (obligatoria) cada 7 años desarrollada por diversas agencias (ANECA y agencias autonómicas) y que, de no superarse, el título es suspendido (se tiene que dejar de ofertar). Evidentemente, esta evaluación se solapa con la de la EAEVE, y a pesar de la insistencia de la Conferencia de Decanos, ambas entidades (EAEVE y ANECA) no tienen voluntad de ponerse de acuerdo para compatibilizar las evaluaciones.
3. Los criterios de los equipos evaluadores son en ocasiones subjetivos, cuando éstos deberían ser todo lo contrario, objetivos, y no verse influenciados por ideas preconcebidas o la “reputación” de algunas Facultades.
4. Para su evaluación la EAEVE ha dejado de basarse en las materias de la Directiva Europea, introduciendo otros criterios con un perfil eminentemente clínico.
5. Los criterios inciden sobre todo, incluso de forma cuantitativa, en los aspectos clínicos de la docencia veterinaria, abandonando los otros aspectos profesionales o solventándolos con ratios meramente cualitativos. Por ello, estos criterios de calidad de la EAEVE no se adaptan exactamente a las características de los estudios de Veterinaria en España, Portugal, Italia o Grecia.
6. Las ratios son, en muchos casos, inasumibles por los centros españoles (número de casos clínicos de bovinos vistos intramuros, por ejemplo) porque son modelos de prácticas que no se dan en nuestro país (en el caso mencionado más arriba como ejemplo, las prácticas se hacen en granjas, siempre bajo la supervisión de un profesor), favoreciendo la idiosincrasia de los países del centro y norte de Europa.
Esta cuestión, que lleva aparejado un profundo debate en el seno de la EAEVE, y sobre la que las tesis de la “Veterinaria Mediterránea” comienzan a escucharse cada vez con más fuerza, no es la única en la que la visión de las Facultades de Veterinaria del “Norte” y del “Sur” discrepan. Otro profundo desacuerdo deriva del hecho del propio concepto de EEES. Hemos dicho antes que, por definición, un Grado es un conjunto de estudios que dotan al estudiante de unas competencias que le capacitan por Ley (Directiva Europea 36/2005, parcialmente modificada por la Directiva 55/2013) para ser veterinario y ejercer la profesión veterinaria, donde los estudios deben durar un mínimo de 5 años; de ello se deduce que los estudios de Veterinaria en Europa deben extenderse durante un mínimo de 5 años. Pues bien, existe una corriente en Europa, encabezada por países como Holanda, que propugnan un Grado en Veterinaria con una duración de 3 años, que no capacitaría al estudiante para ejercer la profesión veterinaria (luego no se le podría llamar Grado en Veterinaria), sino algo así como una profesión similar al Auxiliar Técnico Veterinario, proyecto que aquí se ha conocido como ATV. Posteriormente, el estudiante tendría que cursar un Máster de 2 ó 3 cursos para poder ejercer como veterinario. El problema radica en que serían másteres tipo itinerario, es decir, el estudiante se formaría en clínica de pequeños animales, en clínica de grandes animales, en Salud Pública, etc., desatendiendo el resto de los aspectos profesionales. En otras palabras, sería un veterinario mucho más especializado, similar al que en nuestro país se licenciaba por el denominado plan 73 (recordemos, a modo de ejemplo, que había veterinarios que no cursaban, dependiendo de la denominada “especialidad”, determinadas asignaturas como patología médica, cirugía, nutrición animal, tecnología de los alimentos, microbiología de los alimentos o toxicología y veterinaria legal), y no un veterinario generalista como marca la Directiva Europea que dice, textualmente, que para ser veterinario se deben cursar una serie de materias, pero todas, no sólo unas cuantas, que es lo que se conseguiría con los itinerarios. Este problema está latente, y a día de hoy la EAEVE no se ha pronunciado.
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS DE VETERINARIA
Con el horizonte 2010 para la puesta en marcha del EEES, la Conferencia de Decanos de Veterinaria lideró un proyecto denominado “Libro Blanco del Grado en Veterinaria” (2004), que debería ser el referente para el diseño de los Grados en España. El resultado final de los trabajos fue refrendado por todos los decanos, constituyendo un hito muy importante por el nivel de consenso alcanzado. En el proyecto se llegó a un amplio acuerdo sobre las competencias a alcanzar por los estudiantes, se respetó escrupulosamente la Directiva Europea, se definieron los perfiles profesionales en los clásicos (clínico, producción animal, sanidad animal, bromatología y otros), se diseñaron las materias o bloques que deben cursar los estudiantes, etc.
Sin embargo, uno de los acuerdos alcanzados y plasmados en el documento, el que hacía referencia a que la duración del grado debería ser de 5,5 años (330 créditos ECTS), fue rápidamente “rectificado” por la legislación posterior emanada del Gobierno de España. Concretamente se redujo la duración del Grado a 5 años (300 créditos ECTS), por lo que la capacidad de maniobra para el diseño de una cierta “optatividad” en el Plan de Estudios se vio gravemente afectada. Ésta, en la mayoría de los casos, ha tenido que reducirse al mínimo (del 2% al 4% del total de créditos), con lo que solo es posible una mayor “optatividad” reduciendo a contenidos mínimos los de las materias obligatorias a las que hace referencia la Directiva Europea.
Otro de los acuerdos que no se respetaron en la Orden que emanó del Gobierno de España para regular los estudios del Grado en Veterinaria (Orden ECI 333/2008) fue la estructura modular en la que se deberían repartir las competencias a adquirir. Si bien las competencias se respetaron, la estructura modular no, eligiéndose una muy similar a la de la Directiva Europea reguladora de los estudios de Veterinaria (ver la tabla), pero que no responde a lo que se pretendía en el Libro Blanco, y, sobre todo, ha dado lugar a malos entendidos y polémicas. Por ejemplo, la ubicación en el primer módulo (Formación Básica Común) de las competencias en materia de Deontología y Legislación, hace que esta disciplina se tenga que ubicar en buena parte de las Facultades en los primeros cursos, con el consiguiente malestar del profesorado.
Tabla 1. Comparativa de los módulos en los que se estructuran los Planes de Estudios en la Orden ECI 333/2008 y en el Libro Blanco.
* La propuesta del Libro Blanco para este módulo era ubicarlo en los últimos cursos, hacia la finalización de los estudios (4º ó 5º cursos), no en el de Formación Básica Común, como finalmente se hizo en la legislación resultante.
Posteriormente, cada Facultad tuvo que diseñar sus propios estudios basándose en el RD 1393/2007 sobre los estudios de Grado y las normativas de cada Universidad, que, además, son muy poco coincidentes.
Son precisamente estas regulaciones específicas de cada Universidad las que, debido a su elevada heterogeneidad, provocan una mayor divergencia entre los planes de estudio que se elaboraron en las diferentes Facultades de Veterinaria españolas. Estas normativas propias de las universidades regulan aspectos tan trascendentales para el diseño de un currículo como el tamaño mínimo de una asignatura o unidad de matriculación (normalmente entre 3 y 6 ECTS), el rango de actividad docente presencial (que oscila de forma general entre el 30% y el 60%), etc. A todo ello se une la presión a la que se vieron sometidos tanto los decanos y sus equipos directivos, como los miembros de las diversas comisiones encargadas del diseño de los nuevos planes, por parte del profesorado que exigía más créditos para sus materias. Por lo tanto, el resultado final, que por último vio la luz en todas las Facultades de Veterinaria, se alejó del tan trabajado consenso inicial.
Sin embargo, y a pesar de esa aparente falta de uniformidad, lo único que se ha hecho es reflejar las especificidades de las distintas Facultades. Lo básico, es decir, las competencias específicas veterinarias a alcanzar por los estudiantes, se recogen en todos los planes de estudio. Desde la Conferencia de Decanos, conscientes de esta problemática, se trabajó para plasmar en un documento (que posteriormente fue refrendado, en todo o en parte, por las Facultades), un acuerdo de transferencia que asegurara la movilidad nacional. Desgraciadamente, ésta última se está viendo amenazada por la falta de becas y por acuerdos restrictivos de algunos centros, sobre todo en lo que concierne a las asignaturas prácticas de tipo clínico.
Otra de las cuestiones que amenaza constantemente, no sólo a nuestros estudios, sino a nuestra profesión, es la excesiva cantidad de estudiantes que todos los años ingresan en nuestros centros y que, con posterioridad, se incorporan a un mercado laboral que no los puede absorber, lo que hace que la profesión se precarice cada vez más, condenando a los egresados a trabajos con una remuneración indigna, a la emigración o al paro.
Para corroborar todo esto vamos a hacer un pequeño balance de lo que ha sucedido en el curso 2015-2016.
Tabla 2. Plazas ofertadas por las diferentes universidades en las que se puede estudiar Veterinaria en España.
NÚMERO IDÓNEO DE FACULTADES
Para llegar a establecer cuál sería el número de Facultades de Veterinaria idóneo conforme a los estándares europeos, revisemos primero unos datos que se reflejan en la siguiente tabla:
Tabla 3. Datos sobre el número de estudiantes y veterinarios respecto a la población en diferentes países de la UE.
Estos datos son reveladores. Por un lado están los países nórdicos y Holanda, que han decidido tener un único centro para formar a los veterinarios que realmente necesitan y dedicar los recursos económicos de los que puedan disponer para tener los mejores profesionales posibles que velen por la salud animal y la de las personas. Por otro lado, tenemos otros países con mayor población (Alemania o Francia) y pocos centros respecto a su tamaño poblacional, que optan por controlar el acceso a los estudios, y por consiguiente el mercado profesional. Capítulo aparte merece Italia, que ha cambiado de política universitaria respecto a los estudios de Veterinaria, controlando el acceso a los estudios de manera centralizada, estableciendo un máximo y planteándose, con el horizonte 2019, el cierre de aquellos centros que no cumplan unos estándares mínimos de calidad. Finalmente, España y Portugal, donde la necesidad real de veterinarios no se tiene en cuenta y la disponibilidad de recursos no parece ser tan importante.
En el caso español, la decisión de abrir o no nuevas Facultades no está centralizada sino que depende de cada Comunidad Autónoma. Además, en los criterios que se siguen no se tiene en cuenta la realidad profesional, ya que el Ministerio del que depende la decisión (que la tiene transferida a las Comunidades Autónomas) es el de Educación, que maneja criterios estrictamente académicos. Evidentemente, el problema se paliaría si, como en el caso de Italia, se manejasen criterios profesionales, la decisión estuviera centralizada y los ministerios de tutela fuesen Agricultura y/o Sanidad.
Por otro lado, la EAEVE y la Federación de Veterinarios Europea (FVE) han establecido que, de manera general, y con la disponibilidad de recursos existentes, para mantener los máximos estándares de calidad, es suficiente con una Facultad de Veterinaria por cada 7-10 millones de habitantes. Es decir, que para España, con una población de 46,5 millones de habitantes según el último padrón (2015), sería suficiente con tener entre 5 y 7 Facultades. Debemos de recordar que en nuestro país hasta mitad de los años 80 solo existían 4 Facultades de Veterinaria; es decir, que en algo más de 30 años hemos pasado de 4 a 13 Facultades, de las cuales 10 son de carácter público.
Según los estándares de los países europeos que controlan el acceso a la profesión, lo ideal es que existan entre 300 y 500 veterinarios por cada millón de habitantes; en España esto supone entre 14.000 y 23.500. Desde luego, lejos de los más de 30.000 que en la actualidad hay colegiados. Si mantenemos las cifras ideales y tenemos en cuenta el relevo generacional, el crecimiento vegetativo de las necesidades de la sociedad y las bajas profesionales, y lo ciframos todo en el 3,5%, se necesitan entre 500 y 850 veterinarios anualmente. Si a esta cifra le añadimos un 20% fruto de abandonos de la carrera, bajas de estudiantes, etc., podemos cifrar las necesidades entre 600 y 1.020 alumnos de nuevo ingreso, lejos de los 1.672 actuales.
Supongamos un término medio entre las dos cifras anteriores, 810 alumnos de nuevo ingreso, que repartidos entre los anteriormente definidos como posibles números ideales de Facultades nos dan las siguientes ratios:
5 Facultades serían 162 alumnos de nuevo ingreso por Facultad.
6 Facultades serían 135 alumnos de nuevo ingreso por Facultad.
7 Facultades serían 115 alumnos de nuevo ingreso por Facultad.
CONCLUSIÓN
Estimamos que la demonización que todavía se sigue haciendo en muchos sectores académicos y profesionales del Proceso de Bolonia no es aplicable a la enseñanza Veterinaria por las siguientes razones:
1. Las nuevas metodologías que se han puesto en marcha se basan en el esfuerzo y el trabajo del estudiante para adquirir conocimientos, competencias y habilidades. Esto parece más lógico que el simple esfuerzo memorístico, sobre todo si pensamos en un mundo globalizado donde la información y los conocimientos cambian casi a diario.
2. El estudiante debe usar toda una serie de metodologías nuevas (no sólo ser un simple “copista” de apuntes), basadas en la información y la comunicación, con lo que adquiere una mayor destreza y soltura para poder enfrentarse a una sociedad tremendamente cambiante y competitiva.
3. El autoaprendizaje hace que el alumno “vuelva” a los libros, ayudándole a agudizar su espíritu crítico, y donde deben primar las nuevas estrategias educativas basadas en la “resolución de problemas”, una práctica que realmente le está acercando a lo que será su realidad profesional.
4. Se prioriza el trabajar con grupos reducidos, en una enseñanza casi tutorial. Ello es un sensible avance respecto a una enseñanza basada en el gran grupo donde el alumno pasaba, en la mayoría de los casos, desapercibido.
5. En España los conocimientos que debe de adquirir un veterinario, conforme a la Directiva Europea 36/2005, están plenamente garantizados.
6. La evaluación de los centros por la EAEVE debe ser considerada como un proceso que facilita la mejora y la convergencia de los sistemas de enseñanza utilizados en las Facultades de Veterinaria, pero manteniendo siempre el espíritu de la Directiva Europea, debiendo coordinarse con los sistemas de acreditación nacionales o autonómicos a los que están sometidos las Facultades de Veterinaria.
7. Sigue siendo necesaria una política centralizada, como en el caso de los estudios de Medicina, que fije el número de estudiantes que tendrá acceso a los grados en Veterinaria. Recordemos que en Medicina este número está fijado por el número de plazas de MIR o, lo que es lo mismo, por la capacidad que tiene la sociedad de absorber a los nuevos profesionales, algo que también debería fijarse en el caso de nuestra profesión, como ocurre en la mayoría de los países europeos.